martes, 17 de noviembre de 2015


LA CASA MISTERIOSA

Miércoles, 21 de Abril de 1937. Estoy a punto de empezar esa expedición, la cual habíamos estado preparando mi amigo Rodrick y yo durante estos últimos meses de clase. 
Mi rendimiento ha bajado bastante por lo que hace un par de semanas, el señor director concertó una cita con mis padres. Volvieron a casa aparentemente disgustados pero no pronunciaron ni una palabra.

Bueno, eso fue hace dos semanas y ya prácticamente lo he olvidado. En lo que verdaderamente estoy pensando ahora es en NUESTRA investigación.

Tengo ganas de que lleguen las vacaciones de navidad y así, podríamos avanzar bastante en lo que se refiere a la vieja casa abandonada del final del pueblo. Según dicen mis abuelos y mis padres, esa casa lleva allí desde hace más de setenta y cinco años. 

Según he oído de los vecinos, esta casa vivían el señor y la señora Edwins, que fallecieron cuando aún yo era solo un bebé.

Seguimos con esta investigación durante unas escasas semanas cuando, al fin, el 22 de Diciembre, llegaron las vacaciones de Navidad.

Rodrick y yo tuvimos mucho tiempo para reflexionar e intentar averiguar el supuesto misterio de esa casa. Esa misma tarde nos propusimos ir a ver la zona exterior de la casa, ya que sólo habíamos conseguido escuchar historias.

A las 19.45 horas exactamente nos encontrábamos frente a una verja de metal ligeramente oxidado por el tiempo. Ninguno de nosotros nos atrevimos a pasar por lo que nos tuvimos que conformar con una vista sencilla de la casa, ya que robles secos, arbustos enormes y gran cantidad de maleza nos impedía ver casi por completo la parte frontal de la casa. Lo que si pudimos ver perfectamente fue el alto balcón que asomaba por uno de los laterales de la casa.

Se hizo tarde, así que decidimos volver a casa, aunque mañana volveríamos.

Al día siguiente, por la mañana, Rodrick me trajo un plano de lo que parecía ser el interior y exterior al completo de la casa mientras estaba habitada. Lo observamos con precaución de no pasar por alto ningún detalle, sin embargo, no nos fijamos en lo que me temía que podía ser más relevante que el resto de habitaciones que encontramos. Se trataba no más de un simple cobertizo en el jardín con una pequeña compuerta a su izquierda que parecía estar anclada al suelo.


Nos pasamos toda la mañana en el jardín de la casa, ya que teniendo los planos podíamos saber con exactitud dónde están las zonas que considerábamos que podrían ser "PELIGROSAS".


La primera zona que visitamos, evidentemente fue el pequeño cobertizo. Tuvimos que arrancar a duras penas toda la maleza que tapaba la puerta, que parecía estar MUY deteriorada por el agua y la humedad. Tras abrir fácilmente la puerta, encontramos en su interior algo no muy corriente; unas enormes pilas de sacos en los que se encontraban restos de lo que parecía ser tierra, pero, ¿para qué necesitarían los Edwin esa exageración de toneladas de tierra?


La verdad es que dándole vueltas al asunto se nos pasó el tiempo muy rápido. 


Volvimos esa misma tarde, en la cual nos conseguimos dar cuenta de que la compuerta seguía ahí, sólo que cubierta de hierbas y moho, y que estuviese elevada a escasos centímetros del suelo no ayudaba mucho con su desincrustación de maleza y hongos varios.


Tras unos agotadores minutos de arrancar hierbas, finalmente conseguimos abrir el pasadizo, que resultó ser un pequeño túnel hacia algún sitio que no pudimos averiguar gracias a que deducimos que para eso necesitaban los Edwin esa cantidad de tierra pero, ¿qué querían esconder?


Conseguimos unas pesadas palas de metal del cobertizo y empezamos a excavar duramente. Había tanta tierra que por cada kilo de tierra que sacábamos, parecía que entraban dos kilos más.


Al cabo de las horas, no parecimos haber hecho un avance muy progresivo, por lo que decidimos dejarlo y volver al día siguiente.


A la hora punta de la tarde, nos reencontramos en el mismo sitio.

Rodrick trajo lo que me dijo ser un excavador automático con el que aceleramos nuestro ritmo. Tras una hora y media aproximadamente, conseguimos tocar algo con la pala que parecía otra pequeña puerta. 
No conseguimos abrirla, por lo que supusimos que había una llave.

La buscamos locamente por todo el cobertizo, y, en  el último saco con restos de tierra, encontramos una llave.

Bajamos corriendo al cobertizo y la llave encajaba a la perfección con la cerradura.

En el fondo del sótano había unos pequeños sacos. Nos acercamos muy despacio y vimos algo de aspecto reluciente, se trataba de... de... La verdad es que no sabíamos muy bien que era, aunque parecian pepitas. Las llevamos a un experto del pueblo y finalmente sonó un campaneo celestial cuando nos dijo que se trataba de más de 1kg de oro valorado en más de 500.000 dólares. 


Tras esta expedición, decidimos dejar el oro en el mismo sitio en el que lo encontramos para próximamente venir a recogerlo con nuestros padres, que sabrían como aprovecharlo mejor.


Este era el misterio de la casa de los Edwin, secreto que jamás desvelamos al mundo exterior.  




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